miércoles, 16 de febrero de 2011

Aquella noche de Reyes (desarrollando)

  Hubo muchas noches de reyes, hasta que no dejaron mas regalos para mi. No me molesto, por que esa ausencia indicaba la presencia de un estatus en mi. Hablando en plata, como diria mi tio Elvio, que ya estaba huevon para esas cosas. No osbtante no deja de ser un ausencia nostalgica.
Pero... hay un día que recuerdo con claridad de mi niñes ya que lo que me paso ese día fue tan importante que me propuse no olvidarlo jamas. Miento. En realidad dos, pero esta vez les contare este.
 
  Fue la noche de Reyes y la mañana de esta, a la edad de cinco años. Desde esta temprana edad contaba quien sabe porque con sierta claridad mental para sierto temas triviales como ¿por que tenemos dedos en los pies? . Y para otros temas, realmente mas básico, no; y siendo así que hasta el día de hoy tampoco los... poseo.

  Bien, lo que quiero decir es que había llegado a una conclusión, (prebias charlas con mi madre sobre el tiempo de vida de los hombres) de que los reyes magos no existían. Pues la conclusión por lógica es que una persona puede vivir hasta un promedio máximo y siendo optimista de unos cien años. Y es por eso que recitaba a mi madre, orgulloso de mis cálculos, que los reyes magos estaban totalmente fritos. La verdad que no tenia ni puñetera noción del tiempo, y menos aun, del paso de este.

-¡Ma...!-. decía, -los reyes magos están remuertos, nadie aguanta tanto tiempo vivo, como mucho unos cuatrocientos años. ¿entendes? ¿como van a venir entonces?
Y ella decía -pero están el el cielo. Y si seguís pensando así no van ha venir, y no van atraer juguetes.-

-¡No te creo!-. le contestaba. -¡Es mas! (con el dedo índice en alto) ¡Voy a quedarme toda la noche despierto y ya veras!

-Deja de decir tonterias, por que sino no van a venir...- replicaba ella, asentuando la afirmacion con el gesto de inclinando la cabeza, hé abriendo los ojos bien grandes que reafirmaban aun mas el "...no van a venir..."

Pero yo seguia insistiendo. La idea estoiciana de quedarme despierto a bajo ferrea vuluntad de hierro durante toda la noche. Me regosije durante la cena con la idea maquavelica de un crio, en soprender a mi madre infraganti depositando los relagos de reyes en el arbolito. Por cierto era un arbolito blanco de aproximadamente unos 30 centimetros, que mi padre habia comprado de las primeras oleadoas de productos chinos que llegaban al pais. Exentricidades de pobre, claro.